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Eduardo Sourrouille

12 / Noviembre / 2012

En esta su segunda exposición en ESPACIO MARZANA, Eduardo Sourrouille plantea cuestiones como la estructura de la identidad, la imposición de valores en esa identidad y en las relaciones, o la compleja batalla de intereses que se desarrolla en el proceso de construcción y reafirmación identitaria.

 Formalmente se trata de retratos, bodegones, naturalezas muertas, paisajes, imágenes de interiores  y exteriores, imágenes proyectadas… Los espacios, como lugares físicos pero también como proyecciones subjetivas del interior del individuo, son elementos imprescindibles en este conjunto:
 
Por una parte, espacios conocidos y reconocibles, que remiten de manera inmediata al entorno domésticos, al interior y la intimidad.
Por otra, lugares no habitados pero esenciales donde se desarrollan  nuestros actos, donde cristalizan los deseos… son a veces los más oscuros: en ellos impera cierto sentido de lo indómito o lo inexplorado de lo salvaje, lo que está más allá de los conocidos y reconfortantes límites de lo doméstico

Estos espacios le sirven como escenario para la representación de escenas cotidianas, de acciones ordinarias en las que practica un lenguaje  del que es autor y único propietario.
Esas escenas se vinculan de maneras a veces explícitas y a veces subrepticias, se apoyan unas en otras para componer inestables o contradictorios relatos. Es como las páginas  de un magazine de actualidad, cuyas imágenes poseen significado por sí mismas, pero que en conjunto proporcionan mucha más información de lo que seguramente pretendían sus autores.
 
Comer, beber, esperar, llorar, vestir, caminar, pensar, trabajar. Son todas ellas situaciones cotidianas y reconocibles,  que de pronto, por un instante, mutan mínimamente para presentar “otro camino” posible, inesperado pero repentinamente cargado con todo el peso de la evidencia. Con ello reinventa  situaciones biográficas, creando momentos “ideales” que  le interesa revisar y, así alterados,  re-presentar.

Busca evidenciar clichés y roles artificiales transfigurándolos y buscando hacer patente el elemento que subyace en todos ellos y que no es otro que el poder.
El poder, presente en todas las relaciones sociales y personales, aunque no sea de forma deliberada o incluso aunque se pretenda descartarlo desde el inicio.

Estos roles son: 

El rol del artista
El rol del hombre. El rol masculino
El rol del discurso
El rol del patriota
El rol del gay
El rol de padre
El rol de hijo
El rol de la familia
El rol de amante
El rol de en la pareja
 
Imposible abstraerse a ellos. Imposible también obviar el elemento de poder que en todos se oculta.


La exposición se ha podido llevar a cabo gracias a una Ayuda a la Creación del Departamento de Cultura del Gobierno Vasco.