La tercera exposición de Marina Núñez en Espacio Marzana, Fuera de sí, presenta 16 obras de nueva creación.
Imágenes de resonancias iconográficas cósmicas en las que los rostros se convierten en conglomerados precarios de cuerpos celestes que forman nuevas constelaciones o crean, como supernovas, nuevos sistemas estelares.
Los rostros descompuestos, agujereados, plegados y desplegados pueden sugerir, como suelen hacerlo los retratos deformes o desproporcionados, un estado descontrolado, enajenado, en el que la consistencia emocional o incluso física se desmorona.
Pero también pueden evocar un descentramiento productivo, un irse más allá del estado estable conocido y rutinario para explorar los espacios vacíos entre nuestras certezas para alcanzar otras dimensiones, para reinventarse de modos más interesantes y fértiles, para crear otros mundos.
Las imágenes del cosmos, fotografiadas por telescopios o sondas espaciales, recreadas por científicos y artistas, son abrumadoramente bellas y majestuosas, y pueden plegarnos o desplegarnos en función de nuestros conocimientos y creencias: nos sabemos ínfimos e insignificantes en un universo frío e indiferente, o nos creemos su modelo y su centro, o nos sentimos íntimamente conectados con él, o desde la distancia queremos conquistarlo... O quizá todo ello y más simultáneamente, oscilando entre la euforia y la desazón, entre destellos y cantos de esperanza, sombras y bramidos de pánico.
La exposición se completa con algunas obras del 2016, de la serie Seísmos También estos rostros, cuya textura de piel vitrificada oscila entre lo orgánico y lo artificial, se desplazan, retuercen y horadan. Pero en esta ocasión remiten al paisaje terrestre, más precisamente se convierten en un paisaje antropomorfo convulsionado, en cuyas fallas, las zonas en crisis, crece nueva vida.